Fuente: Saqueo a una tienda en Veracruz. Foto: AP / Félix Márquez. www.proceso.com.mx/468864/imagenes-del-saqueo-a-una-tienda-en-veracruz
Saqueos ante el gasolinazo: Consecuencias del robo estatal
5 de enero de 2017
El 2017 arrancó con una subida al precio de las gasolinas, lo que tiene un significado fundamental: otro ataque al salario del proletariado. Estos ataques, incluyendo todas las medidas económicas gubernamentales que se han aplicado en la última década, han caído uno por uno sobre las espaldas de la clase obrera y de los trabajadores en general, que tienen que trabajar cada vez más por un sueldo cuyo rendimiento es cada vez menor. Todas las reformas estructurales tienen el objetivo de crear una disminución general del salario, que alivie a la burguesía de la crisis en la que está metida desde el 2008.
En particular, el aumento del precio de la gasolina obedece a la necesidad seguir solventando la deuda externa en el marco de una caída general de los precios del petróleo y de la venta de casi la totalidad de Petróleos Mexicanos a empresas privadas nacionales y extranjeras. Esto permite a la burguesía nacional mantener el statu quo de dependencia económica sin tener que someterse ella misma a políticas fiscales que afecten sus ganancias. En otras palabras, se trata de cargar la deuda, otra vez, a cuenta de los trabajadores.
Este golpe brutal al ingreso de los trabajadores se da en una situación histórica en la que los salarios son ya insuficientes, cuando no miserables. Como han comprobado algunos especialistas, el poder adquisitivo en el país ha disminuido casi en un 80% entre 1987 y 2016. Si hace 20 años un trabajador tenía que laborar cerca de cinco horas para poder adquirir la Canasta Alimenticia Recomendable, hoy tiene que hacerlo durante casi 24 horas. Para adquirir esta Canasta son necesarios tres salarios mínimos, pero el 50% de la población gana menos que eso y otro 21% apenas roza la cifra. El gasolinazo, según los mismos estudiosos, causará un aumento del 40% en la Canasta Básica, por lo que serán necesarios 3, 848 pesos para adquirirla en la ciudad y 2, 484 en el campo (fuente: http://cam.economia.unam.mx/). Si la situación económica de los trabajadores mexicanos difícilmente podría empeorar, el capital lo ha conseguido.
Ante este escenario, el infame Enrique Peña Nieto ha salido a dar un mensaje a la nación en el que, con el mayor cinismo, nos ha pedido que mantengamos la calma ante unas medidas que “le duelen más a él”. ¿Cómo puede incurrir en esa desvergüenza quien gana 193, 478 pesos mensuales y quien además es el jefe de jauría de funcionarios que se embolsan ingresos similares? ¿Cómo puede lanzar semejante bofetada a la cara de los trabajadores después de que se anunciaron aguinaldos y bonos decembrinos para diputados que sobrepasaron los 200 mil pesos? Así, mientras ellos y los empresarios a los que representan viven en el lujo más insultante y más ridículo, millones de trabajadores mexicanos pasaron este fin de año la peor navidad de sus vidas, la más miserable, sumidos en la pobreza y en la impotencia de no poder pagar ni siquiera lo más elemental para una celebración familiar.
Y frente a este escenario ¿esperaban la burguesía y su manada de políticos que los trabajadores y los marginados se quedaran en casa resignados? Las protestas que desde el primero de enero han estallado dan buena cuenta de que no será así. Como lo dicta la tradición plebeya, hay una línea que los poderosos no pueden rebasar sin esperar a cambio una lluvia de piedras; el agravio y el insulto a los pobres tiene un límite y éste régimen lo está cruzando. La protesta civil, simbólica y pacífica que agrada tanto a los comentaristas de televisión y a los académicos de “izquierda” educados en la obediencia de clase postsoviética está quedando rebasada. Lo que empezó como tomas de gasolineras y bloqueos carreteros el primer día del año, en la noche del tercero se convirtió en saqueos masivos de supermercado y conatos de enfrentamiento con la policía, que dos ocasiones ha accionado ya sus armas de fuego. En el cuarto día, los saqueos de tiendas departamentales se convirtieron en un fenómeno generalizado en la periferia obrera y marginal de la Ciudad. La Asociación Nacional de Tiendas de Autoservicio reportó en la noche del 4 de enero que 79 tiendas de autoservicio habían sido saqueadas en la Ciudad de México, el Estado de México, Hidalgo y Michoacán y que otras 170 han cerrado para evitar problemas. El saldo hasta ahora es de aproximadamente 200 detenidos.
Los saqueos de los trabajadores son legítimos, pues no son sino una reapropiación de una pequeñísima parte de la riqueza que les ha robado la burguesía a través de la explotación de su trabajo. Se trata de la forma que ha cobrado la ira popular en un momento en que el saqueo empresarial y gubernamental a la clase obrera es ya insoportable y constituye ya un asesinato colectivo por inanición.
Sin embargo, no es posible tampoco romantizar esas acciones. Aunque son formas legítimas de violencia social, el saqueo es una forma individual de reapropiación de la riqueza, con fines no colectivos ni mucho menos clasistas. Por eso y por carecer de una orientación política clara e independiente, es una protesta condenada a difuminarse conforme la represión se encrudezca. De ahí que sostengamos que ninguna crisis política, por profunda que sea, puede convertirse en una situación revolucionaria si el proletariado carece de una dirección revolucionaria. Es necesario entonces trabajar por la formación de una gigantesca organización obrera e independiente, que sea capaz de capitalizar la crisis política del régimen y llevar al proletariado por la senda de la victoria final sobre el Estado y el capital.
El 2017 arrancó con una subida al precio de las gasolinas, lo que tiene un significado fundamental: otro ataque al salario del proletariado. Estos ataques, incluyendo todas las medidas económicas gubernamentales que se han aplicado en la última década, han caído uno por uno sobre las espaldas de la clase obrera y de los trabajadores en general, que tienen que trabajar cada vez más por un sueldo cuyo rendimiento es cada vez menor. Todas las reformas estructurales tienen el objetivo de crear una disminución general del salario, que alivie a la burguesía de la crisis en la que está metida desde el 2008.
En particular, el aumento del precio de la gasolina obedece a la necesidad seguir solventando la deuda externa en el marco de una caída general de los precios del petróleo y de la venta de casi la totalidad de Petróleos Mexicanos a empresas privadas nacionales y extranjeras. Esto permite a la burguesía nacional mantener el statu quo de dependencia económica sin tener que someterse ella misma a políticas fiscales que afecten sus ganancias. En otras palabras, se trata de cargar la deuda, otra vez, a cuenta de los trabajadores.
Este golpe brutal al ingreso de los trabajadores se da en una situación histórica en la que los salarios son ya insuficientes, cuando no miserables. Como han comprobado algunos especialistas, el poder adquisitivo en el país ha disminuido casi en un 80% entre 1987 y 2016. Si hace 20 años un trabajador tenía que laborar cerca de cinco horas para poder adquirir la Canasta Alimenticia Recomendable, hoy tiene que hacerlo durante casi 24 horas. Para adquirir esta Canasta son necesarios tres salarios mínimos, pero el 50% de la población gana menos que eso y otro 21% apenas roza la cifra. El gasolinazo, según los mismos estudiosos, causará un aumento del 40% en la Canasta Básica, por lo que serán necesarios 3, 848 pesos para adquirirla en la ciudad y 2, 484 en el campo (fuente: http://cam.economia.unam.mx/). Si la situación económica de los trabajadores mexicanos difícilmente podría empeorar, el capital lo ha conseguido.
Ante este escenario, el infame Enrique Peña Nieto ha salido a dar un mensaje a la nación en el que, con el mayor cinismo, nos ha pedido que mantengamos la calma ante unas medidas que “le duelen más a él”. ¿Cómo puede incurrir en esa desvergüenza quien gana 193, 478 pesos mensuales y quien además es el jefe de jauría de funcionarios que se embolsan ingresos similares? ¿Cómo puede lanzar semejante bofetada a la cara de los trabajadores después de que se anunciaron aguinaldos y bonos decembrinos para diputados que sobrepasaron los 200 mil pesos? Así, mientras ellos y los empresarios a los que representan viven en el lujo más insultante y más ridículo, millones de trabajadores mexicanos pasaron este fin de año la peor navidad de sus vidas, la más miserable, sumidos en la pobreza y en la impotencia de no poder pagar ni siquiera lo más elemental para una celebración familiar.
Y frente a este escenario ¿esperaban la burguesía y su manada de políticos que los trabajadores y los marginados se quedaran en casa resignados? Las protestas que desde el primero de enero han estallado dan buena cuenta de que no será así. Como lo dicta la tradición plebeya, hay una línea que los poderosos no pueden rebasar sin esperar a cambio una lluvia de piedras; el agravio y el insulto a los pobres tiene un límite y éste régimen lo está cruzando. La protesta civil, simbólica y pacífica que agrada tanto a los comentaristas de televisión y a los académicos de “izquierda” educados en la obediencia de clase postsoviética está quedando rebasada. Lo que empezó como tomas de gasolineras y bloqueos carreteros el primer día del año, en la noche del tercero se convirtió en saqueos masivos de supermercado y conatos de enfrentamiento con la policía, que dos ocasiones ha accionado ya sus armas de fuego. En el cuarto día, los saqueos de tiendas departamentales se convirtieron en un fenómeno generalizado en la periferia obrera y marginal de la Ciudad. La Asociación Nacional de Tiendas de Autoservicio reportó en la noche del 4 de enero que 79 tiendas de autoservicio habían sido saqueadas en la Ciudad de México, el Estado de México, Hidalgo y Michoacán y que otras 170 han cerrado para evitar problemas. El saldo hasta ahora es de aproximadamente 200 detenidos.
Los saqueos de los trabajadores son legítimos, pues no son sino una reapropiación de una pequeñísima parte de la riqueza que les ha robado la burguesía a través de la explotación de su trabajo. Se trata de la forma que ha cobrado la ira popular en un momento en que el saqueo empresarial y gubernamental a la clase obrera es ya insoportable y constituye ya un asesinato colectivo por inanición.
Sin embargo, no es posible tampoco romantizar esas acciones. Aunque son formas legítimas de violencia social, el saqueo es una forma individual de reapropiación de la riqueza, con fines no colectivos ni mucho menos clasistas. Por eso y por carecer de una orientación política clara e independiente, es una protesta condenada a difuminarse conforme la represión se encrudezca. De ahí que sostengamos que ninguna crisis política, por profunda que sea, puede convertirse en una situación revolucionaria si el proletariado carece de una dirección revolucionaria. Es necesario entonces trabajar por la formación de una gigantesca organización obrera e independiente, que sea capaz de capitalizar la crisis política del régimen y llevar al proletariado por la senda de la victoria final sobre el Estado y el capital.