Mexichem, PEMEX, STPRM, ¡Asesinos!
21 de abril de 2016
¡La clase obrera debe vengar la tragedia del 20 de abril!
Este miércoles 20 de abril, la pequeña ciudad portuaria de Coatzacoalcos fue sacudida por una estruendosa explosión. El bramido que hizo temblar la tierra vino del mar, de la Planta Clorados 3, propiedad de la empresa Petroquímica Mexicana de Vinilos, adscrita a la poderosa multinacional Mexichem. En los videos puede verse a los obreros de la planta corriendo aterrorizados del fuego que los persigue; en algunas fotografías se observa el cadáver de un trabajador, con el overol calcinado y el cuerpo irreconocible. A las 12 de la noche, las familias seguían buscando hospital por hospital, clínica por clínica, porque el número de desaparecidos, según los propios obreros, es grande. Aunque el Estado y sus esclavos de los medios hablan de tres muertos, trabajadores con experiencia aseguran que el gas incendiado en explosión alcanzó un radio mayor a 200 metros y que por lo tanto debe de haber decenas y decenas de fallecidos.
Desde el año pasado, organizaciones obreras habían denunciado que Mexichem, que se hizo de la mitad de la planta de Pajaritos en 2013 mediante un tramposo adelanto de la Reforma Energética, estaba sustituyendo al personal sindicalizado que ilegalmente despedía por mano de obra no calificada y sin experiencia y que, de continuar así, una tragedia como la de hoy sería inminente. Al emplear trabajadores subcontratados que laboran bajo las infrahumanas condiciones permitidas por la Reforma Laboral y carecer de la calificación requerida para manejar la maquinaria, con el único objetivo de reducir los costos laborales, Mexichem incrementó exponencialmente el riesgo de accidentes como el que acaba de ocurrir. Por otro lado, la inversión en mantenimiento se redujo sustancialmente desde que las empresas privadas Duro Felguera y Oxy Vynil reconstruyeron la infraestructura de Colorados III en 2003. El resultado es el que vemos ahora: una de las peores tragedias en la historia de PEMEX.
La responsable de esta infamia es la burguesía, la patronal de una poderosa multinacional avalada y protegida por el Estado mexicano. A Mexichem no le bastan sus ventas anuales por 80 mil millones de pesos; a sus dueños, Antonio y Juan Pablo del Valle no les satisfacen los 4 mil millones de dólares que vale su empresa; no están contentos con poseer la mina de fluorita más grande del mundo y la primera productora de tubería plástica. Con tal de elevar más el nivel de sus ganancias, estos hombres están dispuestos a lo que sea. Por eso han contaminado el aire de Villa de Zaragoza en San Luis Potosí, en cuyas minas explotan salvajemente a los obreros, por eso han militarizado ese pueblo con su policía privada equipada con armas largas. Por eso corrompió al de por sí entreguista Estado mexicano para que les cediera la mitad del Complejo Pajaritos antes de que fuera legal hacerlo, porque no podían resistir un segundo más sin que sus ganancias siguieran creciendo. Y por eso también decidieron que los trabajadores sindicalizados de Pajaritos se quedaban con demasiadas monedas y que había que echarlos a la calle de una vez. Esos trabajadores le entregan todos los días su vida y su sangre a la paraestatal. Los obreros envían esas pocas monedas a sus familias en sus estados de origen: Durango, Michoacán, Chiapas, etc. y gastan lo poco que les queda en los alquileres abusivos que cobran los rentistas de Coatzacoalcos: una ciudad sucia y pobre, que ni el Estado ni el capital de Mexichem se han preocupado por hacer habitable. Nada que afecte las ganancias sin aumentar la plusvalía es una inversión, las condiciones de vida de los obreros, su seguridad más elemental, no valen un solo centavo para los señores del Valle.
Desde esa ciudad seca, caliente y gris, se ve todavía una inmensa columna de humo que parece salir del mar; el aire que llega a las casas está cargado con fibra de vidrio que lacera y quema la piel. Los petroleros y todos los trabajadores de este país deben saber lo que ocurrió hoy en Pajaritos y deben entenderlo como lo que en realidad fue: no se trató de un accidente ni de un descuido, sino de un asesinato patronal perpetrado contra la clase obrera; los muertos de hoy son muertos del régimen capitalista y sus verdugos son la burguesía y sus marionetas del Estado y del sindicato charro. El móvil del crimen fue la urgencia por elevar la tasa de ganancia; las vidas de los trabajadores son la moneda de cambio en las finanzas neoliberales. Las familias que quedaron desamparadas son tan desechables como los cuerpos calcinados en medio de las ruinas.
Los asesinos de hoy son Antonio y Juan Pablo del Valle, Enrique Peña Nieto y Carlos Romero Deschamps, así como toda la clase política que ha impuesto, por acción y por omisión, las reformas estructurales. Todos ellos son los enemigos de la clase obrera; sus aliados sólo están en las fábricas, en los campos y en las escuelas. El asesinato no puede quedar impune y los obreros de PEMEX tienen el poder para vengar su tragedia: La HUELGA, la interrupción violenta y absoluta de las ganancias del patrón, el ejercicio del poder obrero y la toma de lo que por su trabajo le pertenece. Es momento de que la clase obrera haga patente su verdadera fuerza, de que ponga a sus patrones de rodillas y les deje claro de una vez por todas quién mandará en adelante.
POR LA HUELGA OBRERA EN PEMEX
NI UN OBRERO MUERTO MÁS, CONTROL OBRERO DE LA PRODUCCIÓN PETROLERA
Este miércoles 20 de abril, la pequeña ciudad portuaria de Coatzacoalcos fue sacudida por una estruendosa explosión. El bramido que hizo temblar la tierra vino del mar, de la Planta Clorados 3, propiedad de la empresa Petroquímica Mexicana de Vinilos, adscrita a la poderosa multinacional Mexichem. En los videos puede verse a los obreros de la planta corriendo aterrorizados del fuego que los persigue; en algunas fotografías se observa el cadáver de un trabajador, con el overol calcinado y el cuerpo irreconocible. A las 12 de la noche, las familias seguían buscando hospital por hospital, clínica por clínica, porque el número de desaparecidos, según los propios obreros, es grande. Aunque el Estado y sus esclavos de los medios hablan de tres muertos, trabajadores con experiencia aseguran que el gas incendiado en explosión alcanzó un radio mayor a 200 metros y que por lo tanto debe de haber decenas y decenas de fallecidos.
Desde el año pasado, organizaciones obreras habían denunciado que Mexichem, que se hizo de la mitad de la planta de Pajaritos en 2013 mediante un tramposo adelanto de la Reforma Energética, estaba sustituyendo al personal sindicalizado que ilegalmente despedía por mano de obra no calificada y sin experiencia y que, de continuar así, una tragedia como la de hoy sería inminente. Al emplear trabajadores subcontratados que laboran bajo las infrahumanas condiciones permitidas por la Reforma Laboral y carecer de la calificación requerida para manejar la maquinaria, con el único objetivo de reducir los costos laborales, Mexichem incrementó exponencialmente el riesgo de accidentes como el que acaba de ocurrir. Por otro lado, la inversión en mantenimiento se redujo sustancialmente desde que las empresas privadas Duro Felguera y Oxy Vynil reconstruyeron la infraestructura de Colorados III en 2003. El resultado es el que vemos ahora: una de las peores tragedias en la historia de PEMEX.
La responsable de esta infamia es la burguesía, la patronal de una poderosa multinacional avalada y protegida por el Estado mexicano. A Mexichem no le bastan sus ventas anuales por 80 mil millones de pesos; a sus dueños, Antonio y Juan Pablo del Valle no les satisfacen los 4 mil millones de dólares que vale su empresa; no están contentos con poseer la mina de fluorita más grande del mundo y la primera productora de tubería plástica. Con tal de elevar más el nivel de sus ganancias, estos hombres están dispuestos a lo que sea. Por eso han contaminado el aire de Villa de Zaragoza en San Luis Potosí, en cuyas minas explotan salvajemente a los obreros, por eso han militarizado ese pueblo con su policía privada equipada con armas largas. Por eso corrompió al de por sí entreguista Estado mexicano para que les cediera la mitad del Complejo Pajaritos antes de que fuera legal hacerlo, porque no podían resistir un segundo más sin que sus ganancias siguieran creciendo. Y por eso también decidieron que los trabajadores sindicalizados de Pajaritos se quedaban con demasiadas monedas y que había que echarlos a la calle de una vez. Esos trabajadores le entregan todos los días su vida y su sangre a la paraestatal. Los obreros envían esas pocas monedas a sus familias en sus estados de origen: Durango, Michoacán, Chiapas, etc. y gastan lo poco que les queda en los alquileres abusivos que cobran los rentistas de Coatzacoalcos: una ciudad sucia y pobre, que ni el Estado ni el capital de Mexichem se han preocupado por hacer habitable. Nada que afecte las ganancias sin aumentar la plusvalía es una inversión, las condiciones de vida de los obreros, su seguridad más elemental, no valen un solo centavo para los señores del Valle.
Desde esa ciudad seca, caliente y gris, se ve todavía una inmensa columna de humo que parece salir del mar; el aire que llega a las casas está cargado con fibra de vidrio que lacera y quema la piel. Los petroleros y todos los trabajadores de este país deben saber lo que ocurrió hoy en Pajaritos y deben entenderlo como lo que en realidad fue: no se trató de un accidente ni de un descuido, sino de un asesinato patronal perpetrado contra la clase obrera; los muertos de hoy son muertos del régimen capitalista y sus verdugos son la burguesía y sus marionetas del Estado y del sindicato charro. El móvil del crimen fue la urgencia por elevar la tasa de ganancia; las vidas de los trabajadores son la moneda de cambio en las finanzas neoliberales. Las familias que quedaron desamparadas son tan desechables como los cuerpos calcinados en medio de las ruinas.
Los asesinos de hoy son Antonio y Juan Pablo del Valle, Enrique Peña Nieto y Carlos Romero Deschamps, así como toda la clase política que ha impuesto, por acción y por omisión, las reformas estructurales. Todos ellos son los enemigos de la clase obrera; sus aliados sólo están en las fábricas, en los campos y en las escuelas. El asesinato no puede quedar impune y los obreros de PEMEX tienen el poder para vengar su tragedia: La HUELGA, la interrupción violenta y absoluta de las ganancias del patrón, el ejercicio del poder obrero y la toma de lo que por su trabajo le pertenece. Es momento de que la clase obrera haga patente su verdadera fuerza, de que ponga a sus patrones de rodillas y les deje claro de una vez por todas quién mandará en adelante.
POR LA HUELGA OBRERA EN PEMEX
NI UN OBRERO MUERTO MÁS, CONTROL OBRERO DE LA PRODUCCIÓN PETROLERA
IZQUIERDA REVOLUCIONARIA INTERNACIONALISTA
Buenaventura Durruti
"Llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones"
Buenaventura Durruti
"Llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones"