LAS ELECCIONES BURGUESAS CONTRA LA ORGANIZACIÓN OBRERA Y
CAMPESINA
Es
imposible hablar de las elecciones burguesas sin mencionar los cimientos
económicos sobre los que vacilan los electores. La desigualdad de las condiciones
materiales en la que se encuentran los trabajadores respecto a los patronos
burgueses no es producto de un Estado fallido, corrupto, subdesarrollado ni
tampoco de una conspiración repentina neoliberal, sino del funcionamiento
normal del Estado capitalista en cualquiera de sus fases.
El miserable salario que reciben miles de millones de obreros alrededor del mundo (en México, la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos registra un aproximado de $70.10 por jornada laboral en el área geográfica A y $68.28 pesos en el área geográfica B) es el resultado de lustros de derrotas de parceladas luchas obreras y de agresiones burguesas en favor del intercambio de mercancías y la acumulación de capital a costa de la explotación, que incluso son apoyadas por los estados políticos más acabados, menos corruptos, y con las elecciones más íntegras. Basta pensar en Finlandia, cuya economía se vende como una de las más prósperas pero a costa de la mano de obra china que trabaja en sus empresas madereras desplazadas. Por ello, es necesario comprender que el Estado capitalista en ninguna etapa de su desarrollo ha beneficiado a obrero alguno a nivel internacional.
No obstante, las plataformas de propaganda capitalista como son los medios de comunicación burgueses, los discursos políticos patronales, los alegatos oficiales de las universidades, etc., insisten en que la única salida a la indigente vida a la que están sujetos los obreros, campesinos, maestros, indígenas, trabajadores de servicios, oficinistas y demás sectores oprimidos es obligar a los gobernantes a seguir las leyes establecidas que reivindican una supuesta igualdad para todos y por la vía electoral. Sin embargo, esta embustera salida que encubre las peores desigualdades materiales es una declarada guerra en contra de la unificación y la organización independiente de todos los sectores de trabajadores en contra de sus explotadores. Todos los salarios son miserables en comparación con la riqueza que guardan los capitalistas y que acumulan para reinvertir en nuevos negocios y expandir su poderío.
La actividad electoral, entre muchas otras prácticas, sirve para camuflar, mediante soluciones mágicas, el hecho de que en la realidad económica los trabajadores no subsisten en condiciones de igualdad respecto a la clase dominante. Entonces se vuelve de suma importancia responder a la pregunta: ¿qué papel juegan los explotados y oprimidos en la democracia burguesa?
El poder dictatorial del Estado capitalista
En el capitalismo, el Estado funciona como un policía armado (no benefactor) en las relaciones entre el explotado y el explotador a través de la defensa de la propiedad privada y los documentos de contratación de trabajo. Pero estos contratos no se dan en condiciones de igualdad entre ambas partes ya que el jornalero no tiene absolutamente nada que ofertar más allá de su fuerza de trabajo, es decir, que no tiene otra cosa para ofrecer más que sus manos y su propia experiencia de trabajo pasado. En cambio, el abusador capitalista es el dueño de los medios de producción, esto quiere decir que posee las materias primas, las herramientas, las máquinas óptimas, la tecnología y un ejército de trabajadores explotados que están a su total servicio a cambio de salarios bajísimos y cuantiosas horas de trabajo impago. A esto, sumemos que la gran tasa de desempleo provoca que haya filas y filas de mujeres y hombres esperando a ser contratados a cambio de un pago infame con tal de tener algún ingreso que les permita subsistir. Este poderío económico obliga al trabajador a aceptar el contrato indigno que le ofrece el burgués apoyado y respaldado no sólo a través de los estatutos legales emanados del Estado sino también a través de sus fuerzas armadas y su ejército burocrático. Por esta razón, el capitalista tiene toda la capacidad de expedir un pago austero, respaldado por la ley y la violencia estatal. Y es que el Estado democrático burgués no es un invento espontáneo y autónomo del régimen económico capitalista, sino todo lo contrario, se trata de la conquista política de la clase burguesa a lo largo de muchos años.
La desigualdad económica está oculta bajo el régimen democrático que plantea la supuesta igualdad de todos los individuos ante la ley, y permanece maquillada bajo la posibilidad del ejercicio del voto y la elección de los gobernantes. A esto responde la creencia de las masas explotadas en la premisa de que ellas mismas ejercen una autodeterminación dentro del sistema y que por lo tanto sus demandas pueden ser cumplidas. Sin embargo, esta sucia mentira alimenta, a través de la sumisión y la falta de organización de la clase trabajadora, el poder dictatorial del Estado capitalista al servicio de los más ricos. La fórmula de las elecciones en las que cualquiera puede practicar el voto otorga una falsa legitimidad a los gobernantes para plantarse como representantes de la mayoría oprimida.
La realidad es que el mando del Estado representa a la clase privilegiada, cuyo poder económico está resguardado por cuerpos blindados que subordinan el poder real de los jornaleros al poder de un grupo muy reducido y acaudalado, pero armado y organizado como clase burguesa. Entonces, decimos que la democracia capitalista no se manifiesta en la extensión del sufragio universal sino en el control y la dominación de los que no son dueños de los medios de producción y que por lo tanto se mantienen como explotados. Así, las leyendas que afirman la igualdad de los individuos en la Constitución (del artículo 1ro. al 29 en la mexicana) a través del Estado y mediante la figura del ciudadano, consagran la desigualdad material de los trabajadores y los abstrae de su integración como clase, alejándolos de la colaboración y organización política con sus compañeros, cuya inmensa fuerza colectiva es plenamente capaz de enfrentar en modo directo a la clase que los subyuga y vencerla sin necesidad de ningún intermediario que le estorbe gracias a que sobre su trabajo descansa absolutamente toda la economía burguesa.
En consecuencia, es necesario mostrar a la clase trabajadora que su victoria es posible porque es ésta, y no el Estado, la que produce, con su trabajo, absolutamente toda la riqueza. Para demostrar lo anterior, nos es suficiente exponer, como ejemplo, la forma mediante la cual se financia cada estado que comprende México. Cada una de las entidades federativas decide, a través de un grupo muy reducido de la elite política, una razón presupuestal que le es otorgada a cada estado con recursos monetarios tanto del gobierno federal como del gobierno estatal. Pero esos recursos monetarios no son producidos por el Estado ni por los funcionarios públicos ni por los gobernantes elegidos a través del sistema electoral. Esos recursos son extraídos directamente de la producción de los obreros. La mayor parte de estos es generada por la labor de los petroleros y la otra corresponde a las diversas tasas impositivas que pagan todos los sectores activos de trabajadores. Incluso los míseros impuestos que otorgan las empresas privadas a título, son pagados por el trabajo de sus empleados. Es decir, que todo el dinero que se invierte en salud, educación, vivienda, infraestructura, etc., no es una obra de caridad que el Estado suelta de sus bolsillos. Todo lo contrario, este dinero es ¡exprimido! a los trabajadores y disminuido a través del depravado discurso del recorte del gasto público, que lo que en verdad efectúa es una reducción al salario del trabajador para permitir que las grandes empresas tanto nacionales como internacionales se expandan o salgan de la crisis. Es por ello que resultan despreciables las campañas políticas como la de MORENA y su líder Andrés Manuel López Obrador, que hacen creer a las masas explotadas que el apoyo que otorgó a los adultos mayores, o la universidad que construyó en la Ciudad de México es resultado de su honestidad y su labor como jefe de gobierno, cuando es el sudor de millones de obreros los que hacen posible que AMLO se lleve las palmas. Y por su fuera poco, utiliza los recursos producidos por el trabajo de las masas para entregarlos a la clase más privilegiada a través de las concesiones. Así, las obras de infraestructura que emprendió en la capital (como el segundo piso del periférico cuya construcción le cedió al empresario David Serur) fueron financiadas por la explotación de todos los trabajadores del país.
Estructura contra coyuntura
Dicho lo anterior, no podemos dejar de lado que la supervivencia de la dictadura de la burguesía bajo la forma de la democracia es el resultado de la derrota a largo plazo de la clase obrera debido a que el Estado confisca, mediante tretas políticas, las energías desarrolladas por el avance de las masas oprimidas. Recordemos que la clase privilegiada es sustentada únicamente por el trabajo obrero.
A varios meses de la desaparición y posible asesinato de 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, Guerrero, el gobierno mexicano ha promovido a través del Instituto Nacional Electoral, los partidos políticos y los medios de comunicación el slogan de “elecciones sin discriminación” y el “voto informado”. Sin embargo, la escalada de crisis a nivel mundial que trajo como consecuencia la terrible oleada de violencia militar, policial y delincuencial en México, ha exacerbado las contradicciones presentes en el capitalismo y ha provocado la correcta sospecha de las masas respecto al Estado. No obstante, esa sospecha contra el régimen político no se transformó nunca en una sospecha contra el capital. La incomprensión de los trabajadores respecto al fundamental papel económico que desempeñan otorga una frágil victoria a la clase capitalista. Es por ello que vemos propuestas tan desatinadas como la que recientemente hicieron el Movimiento Magisterial Popular de Veracruz (MMPV) y diversas secciones de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) que impulsan, para este 7 de junio, el “voto reflexivo” o “voto crítico” como castigo a los partidos que forman parte del “Pacto por México”. Pensar que el voto “castiga” a un partido u a otro es una ilusión en términos materiales y por lo tanto, también en términos políticos. Del mismo modo lo es pensar en la posibilidad de que el voto pueda ser crítico. Como ya explicamos con anterioridad, hablar de “voto crítico” o hablar de “elecciones sin discriminación” es igual a hablar de elecciones que acrediten la explotación de los trabajadores sin discriminación de raza, género, etc. a través del discurso místico de igualdad en la figura del ciudadano, la patria o la nación, que no son más que cuentos ideológicos sin bases económicas. No solamente por el hecho de pensar que sólo algunos partidos políticos patronales atacan al grueso de los trabajadores, sino por otorgarle una falsa credibilidad a los partidos que no forman parte de dicho pacto, pero que han patrocinado una y otra vez a la burguesía.
Una objeción común a esta posición es considerar que con un gobernante “nos iría menos peor que con otro”. Así, la apatía generalizada sucede a momentos de grandes movilizaciones sin organización obrera. Como todo conflicto en la lucha de clases, el desenlace depende de las tácticas y estrategia de las fuerzas en pugna y no del producto de las iniciativas de un gobernante. ¿Exagero? Es suficiente traer a colación los proyectos populistas que se venden hoy en América Latina. Tan sólo tenemos que voltear a ver a Ecuador, cuyo presidente de supuesta izquierda reprime resistencias sociales en favor de la expansión petrolera y minería abierta a gran escala; la represión ordenada por Evo Morales en el TIPNIS, en contra de aquellos que se manifestaban en oposición a la construcción de la carretera Villa Tunari–San Ignacio de Moxos que se realiza para la mercantilización y privatización del territorio indígena como parte de la integración a la IIRSA (Iniciativa de Integración de la Infraestructura de Sud América), presidente que además promovió la solución democrático-burguesa de la Asamblea Constituyente para sembrar la ilusión de que estaba dispuesto a realizar cambios, pero que no tocó ningún fundamento capitalista del país; la entrega de la producción de marihuana a través del suministro de semillas a MONSANTO en Uruguay, amparada por la legalización de la hierba que emprendió Mujica y que no obstante mantiene a un 56% de los trabajadores ganando en promedio menos de un cuarto de la canasta básica y por si fuera poco, la violenta disolución de la huelga de Mitsubishi y el sanguinario desalojo de los YUKPAS en Venezuela, ordenados por el difunto Hugo Chávez.
De modo que las soluciones a los problemas económicos de los explotados y oprimidos son imposibles a través de la vía legal o electoral. La forma más efectiva de vencer al gran capital y su Estado protector, es mediante la unión de todos los sectores de obreros industriales, jornaleros agrícolas, campesinos, trabajadores de servicios, maestros, estudiantes, organizados en comités de base democráticos en todos los centros de trabajo y centros educativos, que tengan como propósito estallar una huelga general que doblegue económicamente a la clase burguesa y a su gobierno protector para iniciar una verdadera lucha para la transformación de la sociedad.
El miserable salario que reciben miles de millones de obreros alrededor del mundo (en México, la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos registra un aproximado de $70.10 por jornada laboral en el área geográfica A y $68.28 pesos en el área geográfica B) es el resultado de lustros de derrotas de parceladas luchas obreras y de agresiones burguesas en favor del intercambio de mercancías y la acumulación de capital a costa de la explotación, que incluso son apoyadas por los estados políticos más acabados, menos corruptos, y con las elecciones más íntegras. Basta pensar en Finlandia, cuya economía se vende como una de las más prósperas pero a costa de la mano de obra china que trabaja en sus empresas madereras desplazadas. Por ello, es necesario comprender que el Estado capitalista en ninguna etapa de su desarrollo ha beneficiado a obrero alguno a nivel internacional.
No obstante, las plataformas de propaganda capitalista como son los medios de comunicación burgueses, los discursos políticos patronales, los alegatos oficiales de las universidades, etc., insisten en que la única salida a la indigente vida a la que están sujetos los obreros, campesinos, maestros, indígenas, trabajadores de servicios, oficinistas y demás sectores oprimidos es obligar a los gobernantes a seguir las leyes establecidas que reivindican una supuesta igualdad para todos y por la vía electoral. Sin embargo, esta embustera salida que encubre las peores desigualdades materiales es una declarada guerra en contra de la unificación y la organización independiente de todos los sectores de trabajadores en contra de sus explotadores. Todos los salarios son miserables en comparación con la riqueza que guardan los capitalistas y que acumulan para reinvertir en nuevos negocios y expandir su poderío.
La actividad electoral, entre muchas otras prácticas, sirve para camuflar, mediante soluciones mágicas, el hecho de que en la realidad económica los trabajadores no subsisten en condiciones de igualdad respecto a la clase dominante. Entonces se vuelve de suma importancia responder a la pregunta: ¿qué papel juegan los explotados y oprimidos en la democracia burguesa?
El poder dictatorial del Estado capitalista
En el capitalismo, el Estado funciona como un policía armado (no benefactor) en las relaciones entre el explotado y el explotador a través de la defensa de la propiedad privada y los documentos de contratación de trabajo. Pero estos contratos no se dan en condiciones de igualdad entre ambas partes ya que el jornalero no tiene absolutamente nada que ofertar más allá de su fuerza de trabajo, es decir, que no tiene otra cosa para ofrecer más que sus manos y su propia experiencia de trabajo pasado. En cambio, el abusador capitalista es el dueño de los medios de producción, esto quiere decir que posee las materias primas, las herramientas, las máquinas óptimas, la tecnología y un ejército de trabajadores explotados que están a su total servicio a cambio de salarios bajísimos y cuantiosas horas de trabajo impago. A esto, sumemos que la gran tasa de desempleo provoca que haya filas y filas de mujeres y hombres esperando a ser contratados a cambio de un pago infame con tal de tener algún ingreso que les permita subsistir. Este poderío económico obliga al trabajador a aceptar el contrato indigno que le ofrece el burgués apoyado y respaldado no sólo a través de los estatutos legales emanados del Estado sino también a través de sus fuerzas armadas y su ejército burocrático. Por esta razón, el capitalista tiene toda la capacidad de expedir un pago austero, respaldado por la ley y la violencia estatal. Y es que el Estado democrático burgués no es un invento espontáneo y autónomo del régimen económico capitalista, sino todo lo contrario, se trata de la conquista política de la clase burguesa a lo largo de muchos años.
La desigualdad económica está oculta bajo el régimen democrático que plantea la supuesta igualdad de todos los individuos ante la ley, y permanece maquillada bajo la posibilidad del ejercicio del voto y la elección de los gobernantes. A esto responde la creencia de las masas explotadas en la premisa de que ellas mismas ejercen una autodeterminación dentro del sistema y que por lo tanto sus demandas pueden ser cumplidas. Sin embargo, esta sucia mentira alimenta, a través de la sumisión y la falta de organización de la clase trabajadora, el poder dictatorial del Estado capitalista al servicio de los más ricos. La fórmula de las elecciones en las que cualquiera puede practicar el voto otorga una falsa legitimidad a los gobernantes para plantarse como representantes de la mayoría oprimida.
La realidad es que el mando del Estado representa a la clase privilegiada, cuyo poder económico está resguardado por cuerpos blindados que subordinan el poder real de los jornaleros al poder de un grupo muy reducido y acaudalado, pero armado y organizado como clase burguesa. Entonces, decimos que la democracia capitalista no se manifiesta en la extensión del sufragio universal sino en el control y la dominación de los que no son dueños de los medios de producción y que por lo tanto se mantienen como explotados. Así, las leyendas que afirman la igualdad de los individuos en la Constitución (del artículo 1ro. al 29 en la mexicana) a través del Estado y mediante la figura del ciudadano, consagran la desigualdad material de los trabajadores y los abstrae de su integración como clase, alejándolos de la colaboración y organización política con sus compañeros, cuya inmensa fuerza colectiva es plenamente capaz de enfrentar en modo directo a la clase que los subyuga y vencerla sin necesidad de ningún intermediario que le estorbe gracias a que sobre su trabajo descansa absolutamente toda la economía burguesa.
En consecuencia, es necesario mostrar a la clase trabajadora que su victoria es posible porque es ésta, y no el Estado, la que produce, con su trabajo, absolutamente toda la riqueza. Para demostrar lo anterior, nos es suficiente exponer, como ejemplo, la forma mediante la cual se financia cada estado que comprende México. Cada una de las entidades federativas decide, a través de un grupo muy reducido de la elite política, una razón presupuestal que le es otorgada a cada estado con recursos monetarios tanto del gobierno federal como del gobierno estatal. Pero esos recursos monetarios no son producidos por el Estado ni por los funcionarios públicos ni por los gobernantes elegidos a través del sistema electoral. Esos recursos son extraídos directamente de la producción de los obreros. La mayor parte de estos es generada por la labor de los petroleros y la otra corresponde a las diversas tasas impositivas que pagan todos los sectores activos de trabajadores. Incluso los míseros impuestos que otorgan las empresas privadas a título, son pagados por el trabajo de sus empleados. Es decir, que todo el dinero que se invierte en salud, educación, vivienda, infraestructura, etc., no es una obra de caridad que el Estado suelta de sus bolsillos. Todo lo contrario, este dinero es ¡exprimido! a los trabajadores y disminuido a través del depravado discurso del recorte del gasto público, que lo que en verdad efectúa es una reducción al salario del trabajador para permitir que las grandes empresas tanto nacionales como internacionales se expandan o salgan de la crisis. Es por ello que resultan despreciables las campañas políticas como la de MORENA y su líder Andrés Manuel López Obrador, que hacen creer a las masas explotadas que el apoyo que otorgó a los adultos mayores, o la universidad que construyó en la Ciudad de México es resultado de su honestidad y su labor como jefe de gobierno, cuando es el sudor de millones de obreros los que hacen posible que AMLO se lleve las palmas. Y por su fuera poco, utiliza los recursos producidos por el trabajo de las masas para entregarlos a la clase más privilegiada a través de las concesiones. Así, las obras de infraestructura que emprendió en la capital (como el segundo piso del periférico cuya construcción le cedió al empresario David Serur) fueron financiadas por la explotación de todos los trabajadores del país.
Estructura contra coyuntura
Dicho lo anterior, no podemos dejar de lado que la supervivencia de la dictadura de la burguesía bajo la forma de la democracia es el resultado de la derrota a largo plazo de la clase obrera debido a que el Estado confisca, mediante tretas políticas, las energías desarrolladas por el avance de las masas oprimidas. Recordemos que la clase privilegiada es sustentada únicamente por el trabajo obrero.
A varios meses de la desaparición y posible asesinato de 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, Guerrero, el gobierno mexicano ha promovido a través del Instituto Nacional Electoral, los partidos políticos y los medios de comunicación el slogan de “elecciones sin discriminación” y el “voto informado”. Sin embargo, la escalada de crisis a nivel mundial que trajo como consecuencia la terrible oleada de violencia militar, policial y delincuencial en México, ha exacerbado las contradicciones presentes en el capitalismo y ha provocado la correcta sospecha de las masas respecto al Estado. No obstante, esa sospecha contra el régimen político no se transformó nunca en una sospecha contra el capital. La incomprensión de los trabajadores respecto al fundamental papel económico que desempeñan otorga una frágil victoria a la clase capitalista. Es por ello que vemos propuestas tan desatinadas como la que recientemente hicieron el Movimiento Magisterial Popular de Veracruz (MMPV) y diversas secciones de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) que impulsan, para este 7 de junio, el “voto reflexivo” o “voto crítico” como castigo a los partidos que forman parte del “Pacto por México”. Pensar que el voto “castiga” a un partido u a otro es una ilusión en términos materiales y por lo tanto, también en términos políticos. Del mismo modo lo es pensar en la posibilidad de que el voto pueda ser crítico. Como ya explicamos con anterioridad, hablar de “voto crítico” o hablar de “elecciones sin discriminación” es igual a hablar de elecciones que acrediten la explotación de los trabajadores sin discriminación de raza, género, etc. a través del discurso místico de igualdad en la figura del ciudadano, la patria o la nación, que no son más que cuentos ideológicos sin bases económicas. No solamente por el hecho de pensar que sólo algunos partidos políticos patronales atacan al grueso de los trabajadores, sino por otorgarle una falsa credibilidad a los partidos que no forman parte de dicho pacto, pero que han patrocinado una y otra vez a la burguesía.
Una objeción común a esta posición es considerar que con un gobernante “nos iría menos peor que con otro”. Así, la apatía generalizada sucede a momentos de grandes movilizaciones sin organización obrera. Como todo conflicto en la lucha de clases, el desenlace depende de las tácticas y estrategia de las fuerzas en pugna y no del producto de las iniciativas de un gobernante. ¿Exagero? Es suficiente traer a colación los proyectos populistas que se venden hoy en América Latina. Tan sólo tenemos que voltear a ver a Ecuador, cuyo presidente de supuesta izquierda reprime resistencias sociales en favor de la expansión petrolera y minería abierta a gran escala; la represión ordenada por Evo Morales en el TIPNIS, en contra de aquellos que se manifestaban en oposición a la construcción de la carretera Villa Tunari–San Ignacio de Moxos que se realiza para la mercantilización y privatización del territorio indígena como parte de la integración a la IIRSA (Iniciativa de Integración de la Infraestructura de Sud América), presidente que además promovió la solución democrático-burguesa de la Asamblea Constituyente para sembrar la ilusión de que estaba dispuesto a realizar cambios, pero que no tocó ningún fundamento capitalista del país; la entrega de la producción de marihuana a través del suministro de semillas a MONSANTO en Uruguay, amparada por la legalización de la hierba que emprendió Mujica y que no obstante mantiene a un 56% de los trabajadores ganando en promedio menos de un cuarto de la canasta básica y por si fuera poco, la violenta disolución de la huelga de Mitsubishi y el sanguinario desalojo de los YUKPAS en Venezuela, ordenados por el difunto Hugo Chávez.
De modo que las soluciones a los problemas económicos de los explotados y oprimidos son imposibles a través de la vía legal o electoral. La forma más efectiva de vencer al gran capital y su Estado protector, es mediante la unión de todos los sectores de obreros industriales, jornaleros agrícolas, campesinos, trabajadores de servicios, maestros, estudiantes, organizados en comités de base democráticos en todos los centros de trabajo y centros educativos, que tengan como propósito estallar una huelga general que doblegue económicamente a la clase burguesa y a su gobierno protector para iniciar una verdadera lucha para la transformación de la sociedad.